Bullying acoso en las aulas
Para muchos pequeños, ir a clase se ha convertido en una auténtica tortura, no por las asignaturas, ni por los exámenes, sino por la conducta violenta de sus compañeros hacia él, esto es consecuencia del Bullying acoso en las aulas.
El conocido como Bullying es la agresión física, gestual o verbal que sufren los niños en el colegio. Son sus propios compañeros quienes les acosan y ridiculizan ante los demás, creando situaciones de alto riesgo para los pequeños.
Entre un 5% y un 10% de los niños españoles de entre 10 y 15 años sufre acoso en el centro escolar.
Los efectos del acoso escolar
El acoso y violencia escolar pueden generar importantes daños psicológicos a las víctimas. Cuanto más tiempo sufran estas agresiones mayor será el riesgo.
Algunos de los problemas que siguen al acoso en el colegio es la falta de recursos sociales del pequeño que ha sido agredido, porque es en esta etapa de la vida cuando el ser humano desarrolla parte de su personalidad y manera de socializar.
La falta de autoestima, ansiedad y la somatización de los nervios son también algunas de las consecuencias del acoso escolar. Pero de gran importancia es la secuela psicológica más severa y habitual tras el Bullying: el Síndrome de Estrés Postraumático.
Los síntomas de este síndrome suelen ser: la disminución de la capacidad para concentrarse y prestar atención, los problemas de memoria, tener pesadillas, las dificultades para conciliar el sueño e insomnio, depresión, ansiedad y nerviosismo, la visualización de recuerdos violentos, pánico ante estímulos relacionados con el trauma, incapacidad o dificultad para experimentar alegría, aislamiento social e introversión, irrupción en consciencia de pensamientos focalizados en el trauma, irritabilidad y sensibilidad a la crítica y mantenerse en constante estado de alerta.
Prevenir es la clave
Lo importante no es saber que un niño sufre acoso en el colegio porque haya desarrollado secuelas psicológicas como respuesta a su sufrimiento, sino saber prevenirlo para que la situación no llegue a ese punto.
Para que el miedo no se apodere de los chavales, los padres deben detectar si sus hijos tienen temor a ir al cole, si evita las actividades en las que hay otros compañeros de clase, si pierde material escolar o juguetes, si tiene cambios de ánimo habitualmente o empieza a ser más retraído o a morderse las uñas.
Es necesario que los adultos escuchen el problema que tiene el menor y que no lo trivialicen, sino que le apoyen y le den la importancia que se merece, porque la violencia, nunca es un juego de niños.